La crianza respetuosa no propone que los niños hagan lo que les da la gana. Lo que sí propone es que tanto padres como educadores acompañen de una manera consciente en el proceso de reconocimiento de límites e incorporación de dsiciplona, que deben ser razonables y respetuosos con la integridad del niño como persona.
Lo que ocurre es que la gran mayoría procedemos de crianzas basadas en el adiestramiento y la obediencia, realizadas a través de métodos autoritarios que incluyen tanto castigos físicos (el bofetón a tiempo) como psicológicos (gritos, silla de pensar, tiempo fuera, carta de puntos).
Cuando se habla de las desventajas de estos recursos “educativos” que suponen para los niños , padres y educadores se sienten perdidos y se preguntan: ¿Cómo logro que mi hijo o hija me haga caso y respete los límites?
No esperen fórmulas fáciles, comodas, intantanes y estandarizadas.
La realidad demuestra que cada situación debe ser encarada como un desafío único según sea la visión fruto de su propio aprendizaje, recursos emocionales y espectativas del adulto que cuida al niño, tomando en cuenta su momento evolutivo y las características particulares de cada niño, así como las circustancias que este experimenta en un determinado momento.
Las fórmulas estandar no funcionan, porque cada familia constituye una identidad particular con sus propias costumbres de lo cual se desprende un conjunto de valores y reglas de convivencia particular. Lo que le funciona a mi vecino, no me funciona a mí.
En todo caso , lo que queremos lograr es que el niño desarrolle el deseo de cooperar sin la amenaza del castigo o la recompensa. Que consiga auto-regularse